fugi tivos

Sueños y espirales

Página 97

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fin
(de este blog)

GRACIAS
(por haber compartido conmigo trocitos de vuestras vidas anónimas)

Written by ertziano

8 noviembre 2009 at 12:07 AM

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Luz fluorescente

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Dicen que tengo un corazón de hielo, y es verdad. Soy frío. Siempre he sido muy reticente al contacto y a las muestras excesivas de afecto. Son pocos, muy pocos, los que han podido escuchar de mís labios un «te quiero». Al contrario que la mayoría, no suelo desconfíar normalmente de nadie, pero en cambio soy muy cauto a la hora de tejer una relación sólida.

Ella me dijo que mi padre de pequeño no quería que me mezclase con otros niños. Ni siquiera fui a la guardería. «Yo le enseño, no quiero que le contaminen», pensaba él. A decir verdad, no me viene a la memoria una sola imagen de infancia compartienda una mañana de domingo con alguien que no fuese mi padre. Pero, un día, descubrí en el cuarto de baño una maleta llena de revistas pornográficas. Me sentí de algún modo traicionado, por ocultarme todo aquello. Además, mi relación con el sexo se volvió turbia desde entonces. Después, años después, me insultó con profundo desprecio, se burló y llegó a amenazarme con darme un puñetazo en la cara mientras me cogía del cuello. Vi el odio en sus ojos.

De ella era fácil escuchar «te quieros» y «mi niños», que no eran más que superficie. Yo a ella la recuerdo con terror. De pequeño yo tenía un pelo largo, lacio y rubio, muy bonito. Ahora es corto y muy seco. Ella solía agarrarme y tirarme del pelo, y darme en la cara, fuerte, muy fuerte. Yo me escondía, aterrorizado. Lloraba mucho, y suplicaba a gritos que no me pegase.

Me solía insultar con facilidad. Tonto, idiota, imbécil, gilipollas. Puede que bromease en ocasiones, pero de tanto oírlo me acostumbré a aquellas palabras. A la condición gilipollas, y me volví gordo además. Yo trataba a los otros como ella me trataba a mí. Hasta que un día un amigo me dijo que no le insultase tanto, y me di cuenta entonces de que algo fallaba.

No soporto todo lo que me recuerde a aquellos días gilipollas. La luz fluorescente, el silencio con olor a lejía, la televisión encendida por las tardes.

Lo pienso ahora casi extrañado de pensarlo. Sólo porque una canción me parece una nana, y nadie me cantó una nana de pequeño. Supongo que eso quizás explique por qué soy tan frío, por qué trato tan mal a la gente. A mí me gustaría poder hacer feliz a todo el mundo, pero no puedo demostrarlo, porque entonces pienso que soy gilipollas, que se ríen de mí, que no soy nada y que mi buena intención será mal interpretada, o no se entenderá, o no le importará, o me equivocaré, o me traicionarán tarde o temprano. Que haga lo que haga, saldré perdiendo. Por eso me callo, o digo alguna gilipollez, o alguna mala palabra. Porque así no dejo que nadie me hiera; ya lo hago yo mismo.

A mí gusta como hacen en Marruecos. Los hombres -y las mujeres- cogiéndose entre ellos de la mano, amistosamente. Incluso pasean así agarrados por la calle. Como si se cantasen una nana en silencio. Porque una nana es luz, es calor, es entendimiento. Una bofetada, o un insulto, en cambio, es ignorancia, frío, oscuridad.

Written by ertziano

12 octubre 2009 at 1:59 AM

Capote y el hombre del metro

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Hay una raza de hombres inadaptados
una raza que no puede detenerse
hombres que destrozan el corazón a quien se les acerca
y vagan por el mundo a su antojo…
Recorren los campos y remontan los ríos
escalan las cimas más altas de las montañas;
Llevan en sí la maldición de la sangre gitana
y no saben cómo descansar.
Si siguieran siempre en el mismo camino
llegarían muy lejos;
son fuertes, valientes y sinceros.
Pero siempre se cansan de las cosas que ya están,
y quieren lo extraño, lo nuevo, siempre.

En A sangre fría, de Truman Capote.

———

La gente del vagón se apartaba, se alejaba de él. Hablaba, comentaba con todo el mundo sin que nadie le hiciese caso. Estaba solo y era viejo, más de setenta. Vestía con elegancia. Los que hablan abiertamente producen siempre recelos. Alguien se levantó y él, raudo, acudió a ocupar el asiento que se vaciaba. «Esto es como en las películas del oeste», me dijo mirándome por primera vez, buscando complicidad, «hay que ser el más rápido en sacar el revolver» y rió para sí mismo, fuerte. Sonreí sin decir nada, tanteando la situación. Él volvió a la carga. «Brother», dijo señalando la caja de la impresora que tenía yo apoyada en el suelo. «Hermano en inglés». «Sí», contesté yo, alegre. «De joven me gustaba mucho un grupo de swing, las sisters no-sé-qué. Me gusta mucho la música, mucho. Tocaba antes el piano, ahora ya lo hago poco. La música y las mujeres guapas de mi edad» Se le iluminó el rostro pero se apagó rápido de una forma extraña cuando fijó su mirada en los asientos del otro lado del vagón, a un par de metros. Una chica joven, guapa, escuchaba su mp3.

– Mira, esas son las cosas que no me gustan / dijo en voz alta.

No entendía lo que me quería decir.

– La gente apagada, los que siempre están cansados, caídos.

Me fijé mejor. Era verdad. La guapa estropeaba su belleza apoyando su mejilla exhausta en su puño seco. Escuchaba absorta su mp3, con el cable blanco desde la oreja hasta el bolso, intentando eludir la realidad inevitable. Olvidar que dentro de unos minutos tendría que hacer la cena, preparar las cosas, ver la televisón para no sentirse a sí misma, acostarse pronto y madrugar para mañana empezar otra vez, lo mismo. Como cada día, como los últimos diez años. Era guapa y triste, muy triste..

– Hoy en día todo el mundo va así. Todo el mundo está triste, cansado, irritado. Vivir se ha convertido en un drama, en una tortura. Eso no me gusta.

Me bajé justo después, pensando en los que huían de aquel viejo hombre en el vagón de metro. No le temían a él, en realidad, sino a su mirada.

Written by ertziano

1 octubre 2009 at 9:46 PM

Kapuscinski, el Congo y una bombona de gas

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…es que hay algunos que se creen Balzac, presumen de leer a Kapuscinski y piensan que cuando tienen que cubrir la explosión de una bombona de gas están haciendo un reportaje sobre la guerra del Congo…

El profe de Público.

Written by ertziano

29 septiembre 2009 at 9:33 PM

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Machado, Espada y «Lo que pasa en la calle»

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– Señor Pérez, salga usted al encerado y escriba: «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa».

El alumno escribe sin error lo que se le dicta.

– Vaya usted poniendo eso en lenguaje poético.

El alumno después de meditar, escribe: «Lo que pasa en la calle»

Espada citando a Antonio Machado en Juan de Mairena.

[copy del texto]

Written by ertziano

24 septiembre 2009 at 1:33 PM

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Empezar de nuevo

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– ¿Has estado alguna vez en África, Sergio? ; me preguntó mi vecino seis meses atrás, mientras señalaba un mapamundi que tenía colgado en la pared.

– Nunca. No he salido aún de Europa.

– En África hay la miseria ; me dijo serio, con ojos sinceros.

– Tío, tengo la semana próxima libre. ¿Hacemos algún viaje? ; hace quince días en una llamada desde Madrid, de un viejo amigo que conocí en tierras francesas.

– ¡Claro! ¿Adónde quieres ir?

– No lo sé. ¿ A ti dónde te gustaría?

– Vamos a Marruecos.

—-

– No hacía más de 72 horas desde que me habían puesto el sello de salida en mi recién estrenado pasaporte. De vuelta a los limpios metros de Barcelona, a los relucientes autobuses urbanos, a la sociedad laica y sin velos. Pero mi mente no olvidaba las barracas a los lados de las vías del tren. La basura desparramada. Los mendigos. Lo mucho que importaban 10 céntimos de euro. La verdad y la mentira. Los buenos. Hassan, Abdul y compañeros de viajes. El japonés y la inglesa. Los inocentes y los pícaros. Las advertencias. El fin del ayuno de Ramadán a las seis y media de la tarde, hora local. El silencio en las calles. El bullicio en las medinas. La playa de Rabat. Los cantos del alminar. Las mezquitas prohibidas. Los libreros, los pintores y los camareros. Los bares y el te. El ajedrez. Los taxistas que no hablabán francés y todo lo decían con miradas y un boli. Los otros extranjeros, tan distintos entre ellos. Los engreídos y los simpáticos. Los chulos y los humildes. Muchos esperando escribir el relato del viaje espiritual de sus vidas en sus Moleskines recién compradas. La espiritualidad «cool».

Y aún con las heridas abiertas que los recuerdos dejan en la mente, me encontraba sentado en una clase distinta a la de siempre. Rodeado de humanistas, de filólogos, de historiadores, de polítologos, de economistas. Y yo polizón del otro lado del río. El bromista profesor de Manchester que habla catalán, puso el primer ejercicio del curso:

– Son las diez y veinte. Tienen cada uno hasta las once y veinte para salir a la calle, encontrar una noticia publicable, volver aquí para escribirla y entregármela antes de las doce menos cuarto. Get out of here and knock on the doors, que dicen los americanos.

Y deambulando en solitario por el asfalto gris topé con la sede de una importante productora de cine y televisión. Pregunté en recepción, hice unas llamadas, insistí, tenía prisa y no podía esperar una cita, volví a llamar, pacienté, me dieron un pase, me preparé las preguntas y entrevisté al responsable de comunicación. Entré en el aula, triunfal, a y media, con diez minutos de retraso que el profesor me perdonaba en esta ocasión, con un titular en la cabeza y una reluciente carpeta merchandising repleta de supuesta información confidencial. «Por diez minutos un artículo puede no publicarse. ¡Las máquinas no esperan!». Qué duro, pero que adrenalínico.

Cada década, cada año, cada curso, cada día; la misma batalla en tonalidad diferente. Empezar de nuevo, una vez tras otra. Perfilando infinitamente la sombra de un esbozo en el que uno pueda llegar a reconocerse algún día. Remarcándose y borrándose sin cesar. Buscando y perdiendo. Pero al fin, al fin, si miramos desde muy cerca, no hay nada. Todo es fantasía, todo es blanco y sombra, que mirado desde lejos produce ilusión de conocimiento. Ilusión.

Written by ertziano

23 septiembre 2009 at 11:36 PM

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Badreddin en su espera

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Written by ertziano

30 agosto 2009 at 11:53 PM

Cierra los ojos, tápate los oídos.

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Shhh. Silencio. Deja de gritar. Deja de quejarte. Deja de compadecerte. Shhhh. No escuches las voces. No atiendas los comentarios. Cierra la Biblia, o el Corán, o el Gita. No leas más. No leas nada. No eches cuenta ni de los infiernos ni de los cielos. Deja las vidas soñadas a sus soñadores. Que nadie viva por ti. Huye de las palabras. Huye de la comodidad. Huye del placer y del dolor. De las élites, de las clases, de los grupos, de los estamentos, de las tribus. Huye de todo lo mundano y vuelve a la Tierra. No hay mesías. No sigas a los predicadores, ni a los mensajeros, con o sin túnicas. Olvídalo todo. Olvida. Y vuelve. Vuelve. Vuelve a la esencia. Vuelve al nacimiento. Vuelve a la niñez. Vuelve al mundo. Vuelve al Universo. A la naturaleza. A la pasión, y a la desgracia. Vuelve al dolor. Vuelve a la risa. Vuelve a las estrellas, y a la Luna, y al Sol. Vuelve a sonreír. Vuelve a gritar. Vuelve a llorar. Vuelve a ti. No pienses, y salta. Y corre. Y vuela. Y corre. Y vuela. Y no pienses más porque no hay más. Porque no te queda mucho. Porque ya se acaba. Porque eres todo y nada. No te acobardes, no te asustes, no sufras más, no temas. Porque es absurdo. Porque nada hay que temer. Vuelve a ti, vuelve a la esencia de todas las cosas y deja de buscar. Ríe sin parar hasta que no puedas más.

Written by ertziano

28 agosto 2009 at 4:28 PM

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Los sueños de Badreddin

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Y entonces Jafar le explicó la historia de Badreddin y Sett El-Hosn. Esta bellísima mujer, que vivía en el Cairo, fue condenada a casarse con un criado jorobado. Pero Badreddin, que se había enamorado de la chica y espantó al jorobado con la impagable ayuda de un genio, entró en la habitación nupcial y vivió una maravillosa noche de amor con ella. Durante la madrugada, dos genios se llevaron a Badreddin dormido y lo dejaron, desnudo, delante de la puerta principal de la ciudad de Damasco. Cuando el joven se despertó, se encontró rodeado de curiosos que le observaban. Badreddin les explicó que había pasado la noche en el Cairo con la chica más bella del mundo, pero nadie le creía, y el joven acabó dudando de si todo no había sido más que un sueño. Durante cerca de diez años, Badreddin vivió humildemente en Damasco, y en su interior se hacía más y más intensa la nostalgia por aquella mujer que creía haber querido durante una larga noche de verano. Mientras tanto, Sett El-Hosn no podía dejar de pensar en Badreddin, de manera que acabó pidiendo a su padre que lo buscasen por todas las ciudades del mundo. Después de un largo viaje, encontraron a Badreddin en Damasco, le encadenaron, lo metieron dentro de un baúl y lo llevaron a Egipto después de avisarle de que sería condenado a muerte. Badreddin estaba desconcertado y no sabía de qué le acusaban. Cuando llegaron al Cairo, viendo que se había dormido, lo llevaron directamente a la habitación de Sett El-Hosn, que previamente la había dejado tal y como estaba la noche de bodas, lo desnudaron y lo metieron en la cama. Cuando, al día siguiente, Badreddin se despertó y vio a su lado la mujer de sus sueños, pensó que acababa de despertarse después de la larga noche de amor que habían pasado juntos y se convenció que los años pasados en Damasco no habían sido más que una pesadilla.

Las mil y una noches. Noche 38 . Extracto de la adaptación y selección de Brian Alderson, en la edición en catalán de Anaya, «Les mil i una nits».

Written by ertziano

27 agosto 2009 at 3:18 PM

No

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Amistad y Amor se sacrifican por compañia, sexo y seguridad. Pero yo no quiero falsificar más la realidad.

Vuelve a ser como empezar desde cero. Como si tras un año, hubiese dejado un castillo de papel que el más ligero soplo del tiempo no dudó en hacerlo desparecer.

De repente no hay nadie. El que fue mi mejor, anda lejos para quedarse. Un hermitaño obsesionado con el sexo y el materialismo que se refugia en tierras nórdicas. Una obsesión que acabó por resultarme vomitiva en las últimas madrugadas juntos y decidiese yo sellar mi cansancio en silencio y ausencia.

Con mi compañera, a la que conocí en casualidad y después el destino nos situó codo con codo durante años, ya siento tener poco en común. Las conversaciones se tornan livianas y cuantitativas, mesurables, recursivas, estandarizadas. Ella quiere formar parte de la masa, de lo normalizado, de la corriente. Y yo no. Ella se burla, y yo no lo soporto. Ella quiere cenas de bien, quiere hablar en modo profesional. Y yo aún quiere ser aprendiz y experimentar sin fin.

Lo poco que tenía, se ha perdido.

Fui en metro a la playa. Nunca había tomado el metro para ir a la playa; yo siempre a pedal. Me tendí en la noche, a escuchar música y ver las olas romper.

– ¿Cerveza, amigo?

– No, gracias – respondí automático a la repetitiva pregunta.

– Espera. ¿Me la das por un euro?

– Sí

El logo de la famosa marca era de los antiguos. Qué extraño pensé. La abrí y probé. Sabía añeja. Da igual. Subió rápido, y muy rápido. Y comencé a bailar sobre la arena.

«¡Sí! Como en París, cuando no aguanté más y también rompí círculos para volar libre, esperando a que la diosa fortuna acabara por fijarse en mí. Y lo hizo. Porque la fortuna siempre sonríe a los que buscan de verdad.»

Qué hermosa la libertad. Sin el rún-rún de la razón ni la consciencia, la arena en mis pies, y la calma y las risas entremezcladas en el fondo del susurro mediterráneo. Con las notas emepetrés del alma a mis oídos. Bailando, tendido, despreocupado, feliz sin adjetivo.

– ¿Crees en el destino? me preguntaron dos noches atrás.

– Te diría que la idea del destino es una ilusión. Te diría que esas casualidades que ponen la piel de gallina no son tan extrañas . Te diría que la probabilidad y la estadística obligan a que ocurran cosas así, cada cierto tiempo y que no hay otra magia que la del puro accidente. Te diría todo eso. Pero te digo que sí, que aún con dudas, en mi inconsciente sé que creo en el destino. No sé definírtelo, no sé si es mucha o poca mi creencia, pero en ocasiones me doy cuenta de que algunos hechos no pueden ser sólo casualidad, sólo accidente, sólo estadística. Quizás sea esa la única de las místicas que aún conservo.

Y le dije a ella, a mi compañera, que sí, que soy un idealista, que soy un iluso, y que no sé si el idealismo puede cambiar algo, no lo sé, de verdad. De lo que no tengo ninguna duda es que sin idealismos es seguro que nada cambia.

Written by ertziano

24 agosto 2009 at 6:39 PM

Publicado en paisajes

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